Prefirió quedarse en la puerta, mientras su padre pasaba y se arrodillaba junto a la cama para coger su mano.
Desde la puerta, donde permaneció para respetar aquel acto tan íntimo entre hermano y hermana, puedo escuchar cómo su padre la llamaba por su nombre, mientras poco a poco su voz se teñía de lágrimas.
Ella abrió los ojos y vio aquella mano que cogía la suya, también apergaminada y endurecida por los muchos años de vida que tenían, para levantar luego sus ojos hacía los de aquel, para ella, extraño que la llamaba.
- ¿Quién eres?...
- Soy yo, tu hermano.
- ¿Qué hermano?... ¿y madre? ¿dónde está madre? ¿no la has visto?
- Sí, no te preocupes... ha salido, pero luego vendrá - dijo entre lágrimas, para volver a levantarse.
Se adelantó para ayudar a su padre a levantarse, y ver sus ojos inundados de lágrimas mientras se decía a si mismo... 'está muy mal, está muy mal', al tiempo que con la cabeza negaba, como si así quisiera eliminar cualquier atisbo de esperanza.
Luego se acercó a su tía y cogió su mano entre las suyas, viendo asomar en sus ojos la sombra del desconocimiento, sabiendo que a él tampoco le reconocía.
- ¿Y tú quién eres?
- Es mi hijo, Manolo
Y tras escuchar esas palabras, un recuerdo iluminó sus ojos, como si por un momento hubiese recordado que aquel hombre que tenía ante él, y que así su mano pequeña y débil entre las suyas, era su sobrino, al que aún recordaba como un niño.
Acercó su cara a la de su tía, y al besar su mejilla notó sobre la suya propia el contacto de las tibias lágrimas que habían empezado a llenar sus cansados ojos.
Volvieron al salón, donde su otra tía les esperaba y se acercó a preguntarle sin que su padre le escuchase:
- Está muy mal, ¿verdad?... yo no creo que puedo superarlo.
Pero ante esta pregunta, y la mirada de su tía que denotaba las ganas de conservar algo de esperanza, prefirió no dejarse llevar por el derrotismo, y asumiendo una vez el papel de el fuerte, escondió su tristeza para intentar animar a su tía con algunas palabras que pudiesen reconfortarla.
- Bueno, se la ve fastidiada, pero es fuerte y también le han quitado mucha medicación. Así que es normal que esté desorientada.
Su tía se dio por satisfecha y su rostro se iluminó un poco, como si el escuchar palabras positivas cuando ya nadie tenía alguna, fuese suficiente para alimentar su esperanza interior.
Siguieron hablando un rato, hasta que escucharon un ruido proveniente de la habitación, que resultó ser su tía enferma, levantándose de la cama para ir al salón. Como si las visitas la hubiesen animado, quiso levantarse para sentarse con su familia y comer con ellos en el salón, pese a que cada paso suponía un gran esfuerzo y cada mirada podía traer de vuelta otro doloroso momento de no recordar quienes eran aquellas caras.
Y así pasaron una hora, todos juntos y hablando con ella, incluso con algún momento de risa, hasta que llegó la hora de irse y emprender regreso a Madrid.
De nuevo los momentos de tomar su mano, de darle un beso y despedirse (quizás para siempre), y el miedo a volver a ver el malicioso brillo de la memoria perdida en sus ojos.
Pero esta vez sí supo quienes eran aquellos que la saludaban y les estrechó con fuerza la mano, mientras escuchaba sus buenos deseos para la operación del día siguiente.
P.D. Contra todo pronóstico médico, sobrevivió a la operación y durante dos días más siguió aferrada a la vida. Hasta que las complicaciones de salud y su débil corazón dijeron que no podían seguir, y ayer domingo nos dejó a las 20h.
Al menos tuve la oportunidad de verla una vez más, aunque siempre lamentaré el tiempo perdido.
Ser listos y no dejéis que se os escape el tiempo de estar con quienes queréis y os quieren.
Donde quieras que estés, un beso muy grande.