Levantó la vista de su portátil, tras responder por fin a la última duda que le habían enviado. Mientras se echaba para atrás, apoyándose por completo en el respaldo de su silla, dejó caer los cascos que normalmente le aislaban del frenético y ruidoso ambiente en el que trabajaba.
Con la mirada buscó a sus compañeros, o los que habían sido sus compañeros hasta hace bien poco.
Los vio al fondo de la sala, charlando animada y relajadamente, de pie alrededor de la pantalla de uno de ellos, riendo cuando uno de ellos dejó caer algún comentario que debía ser gracioso.
Ese momento le transmitió una tremenda alegría, puesto que además de sus compañeros les consideraba amigos y la amistad sana siempre conlleva ese sentimiento de alegría al ver que por fin las cosas parecían irles bien a todos.
Pero tras esa alegría inicial, como una serpiente silenciosa que se acerca a su presa para sorprenderla, le invadió un sentimiento de tristeza.
Tristeza por sentirse excluido de esa alegría... tristeza por haberse visto alejado, de un día para otro, de esas personas con las que antes a diario compartía esos mismos momentos de alegría.
Tristeza por sentirse hoy tan alejado de ellos, y a la vez tan solo en medio de todas aquellas personas que le rodeaban a diario, pero con las que nunca llegaría a desarrollar la complicidad o sentimiento de amistad que había alcanzado con ellos.
Por un momento esa tristeza estuvo a un paso de convertirse en un irracional e infundado rencor. Pero lo percibió antes de que pudiese hacerse más grande y tomar el control de sus pensamientos.
¿Cómo iba a odiar a esas personas a las que tanto apreciaba y quería?...
Su lado racional reaccionó a tiempo, argumentando con lógica suficiente para restablecer el orden... o casi.
Porque si bien pudo con el rencor, nada pudo hacer contra la Tristeza, un sentimiento que por desgracia nunca ha atendido a razón o lógica alguna.
Y es que desde su cambio su estado de ánimo había ido cayendo poco a poco. Al fin y al cabo con ellos había compartido los dos últimos y difíciles años, había afrentado difíciles retos, había trabajado codo con codo para buscar soluciones, les había enseñado lo poco que podía aportarles desde su experiencia... pero sobre todo y por primera vez desde hacía mucho tiempo, se había sentido valorado, reconocido y en alguna ocasión incluso admirado.
Pero hoy todo aquello había terminado, merced a la estupidez de quien cree que lo que él había obtenido era algo que podía comprarse tirando de cargo o galones.
Y en esta ocasión, era él a quien le había tocado acatar la incómoda decisión, era a él a quien le había tocado perder.
Y la letra de esa canción vino a su cabeza...
Cause everybody wants to be a winner
Nobody wants to lose their game
It's the same for me
It's the same for you
It's insane insane insane insane insane
Empezó a tararear la canción que sonaba en su cabeza, y bajó la cabeza de nuevo al portátil mientras volvía a colocarse los cascos que levantaban ese invisible muro a su alrededor.
Si alguien le hubiese prestado un mínimo de atención en ese momento, quizás podría podido apreciar la lágrima que asomaba y amenaza con derramarse desde sus ojos, o el nudo que le habían encogido el estómago.
Pero por suerte para él, seguía siendo invisible para un Mundo demasiado ocupado para fijarse en una insignificante persona... y una nueva estrofa resonaba en su cabeza, con la voz de Sharleen Spiteri...
Like a blind man
Who's lost his way
No one hears a word
Of what you say