Esa es la última idea feliz para 'ahorrar combustible' que ha surgido desde el actual Gobierno, limitar a 110km/h la velocidad máxima en Autovías y Autopistas para ahorrar combustible.
Nacida a raíz de la preocupación de lo que está sucediendo en Libia, que es uno de nuestros principales proveedores de crudo, ha sido recibida con muchísima polémica por lo ineficaz que resulta y porque tiene más tintes recaudatorios que otra cosa.
Ineficaz porque los márgenes de ahorro anunciados son difíciles, por no decir imposibles, de alcanzar (15% en gasolina y 11% en gasoleo). Ineficaz porque no soluciona la necesidad de hacer uso del vehículo privado que tienen muchos hoy en día, por culpa de un modelo urbano en el que las largas distancias a recorrer son algo habitual. E ineficaz porque sin un transporte público que realmente sea una alternativa al privado, cualquier medida que se tome no vale para nada.
Personalmente creo que si realmente se quiere hacer algo por ahorrar en combustible, se debería empezar por analizar dónde se malgasta realmente combustible.
Por ejemplo, esta nueva medida no pone solución a los interminables atascos en los accesos a las grandes ciudades (como Madrid y Barcelona), donde se malgasta muchísimo más combustible que circulando a 120km/h en los alrededores.
Tampoco es solución para todos aquellos que necesitan cruzar todo Madrid en Transporte Público, de una punta a otra, o rodearla en coche para poder llegar a su lugar de trabajo.
Imagen habitual del día a día en Madrid
Madrid, por poner un ejemplo, es una ciudad caótica para el desplazamiento diario. Las empresas se encuentras dispersas en varias zonas del centro y alrededor de la M30, no bien comunicadas o con transporte público muy insuficiente en las horas punta.
Y fuera de esta zona, han nacido zonas empresariales en lugares mal comunicados para los que deben ir a diario a trabajar.
La zona de la A6, Alcobendas y San Sebastián de los Reyes, San Fernando, Coslada y Torrejón... son ejemplos de zonas que registran un alto número de movimientos diarios en coche por culpa de un modelo de transporte público insuficiente.
Así que si realmente se quiere ahorrar en combustible, más valdría analizar seriamente las necesidades actuales y buscar medidas realmente útiles.
A priori, se me ocurren la creación de líneas de transporte específicas para las horas punta de trabajo que sean más directas entre las zonas de más población y las zonas empresariales, apostar por el tranvía en el centro de Madrid (mucho más eficaz que los autobuses y menos contaminante), rediseñar el actual mapa de transporte y unificar planes urbanísticos para crear zonas empresariales e industriales mejor situadas y accesibles.
Mientras tanto, estas medidas serán inútiles, cuando la diferencia entre el uso del transporte público y el privado sea tan alto (en mi caso 25 minutos en coche por 1 hora y cuarto en tren).